Miriam propuso una dinámica grupal de creatividad literaria, en la que a cada uno/a de los/as participantes se nos asignó escribir una parte de un relato (el principio, el final, el nudo, el conflicto...); a partir de unas pautas que fueron saliendo espontáneamente.
Las principales fueron que el personaje central era femenino, se llamaba María y que la trama central debía girar en torno a las palabras 'venganza', 'recelo', 'desconsideración'...
Palabras llenas de connotaciones negativas que tanto a cuerdos/as como a "no cuerdos/as" despiertan ideas oscuras. Recalcar esto porque dudamos sobre si publicar o no esta entrada. No queríamos transmitir una imagen distorsionada de lo que trabajamos en el taller. Finalmente decidimos publicarlo, pero explicando bien la dinámica para evitar malas interpretaciones.
Intentamos tratar todo tipo de temas, fomentando la inspiración para la creación literaria, escribiendo distintos géneros, de diversas temáticas a fin de afinar la técnica literaria.
Independientemente de lo narrado (repito, al partir de la premisa "venganza" es lógico que las historias fueran más o menos truculentas); queremos enfatizar la parte "técnica" y "creativa".
El resultado fue el siguiente:
María se despertó sudada y nerviosa.
El sueño recurrente de las últimas semanas adquiría tintes
cada vez más reales.
Tal fue su incertidumbre al levantarse, que necesitó
realizar varias comprobaciones para asegurarse de lo irreal de aquello que había
sentido con tanta veracidad.
El día a día de María seguía con aparente normalidad.
La única fijación que le había mantenido ocupada seguía
latente en su cabeza. Aun embrionaria, la idea de traición estaba casi del todo
planificada.
(JAVI)
Lo que había sucedido bloqueaba sus pensamientos,
sentimientos y emociones. Aquello no podía quedar así de ninguna manera. Su mente maquinaba
cosas horribles, cosas que nunca antes se habían pasado por su cabeza, su
corazón ya estaba contaminado por el odio.
(JOSE LEÓN)
Estaba completamente bloqueada. No podía contenerse ante
aquella difamación. No estaba dispuesta a soportar que después de tantos años
de esfuerzo y dedicación se le considerara una miserable. Se llevó las manos a
la cabeza y se dijo: -“No admitiré que pongan en entredicho mi reputación.”
Se dirigió al salón, se acercó a su marido y lo abrazó.
Luego tomó la catana de la pared. Cosió a sablazos a su esposo, e
imprevisiblemente, víctima del acoso, cometió el asesinato.
(ANDRÉS)
Entonces, después se dio cuenta de que en realidad, eran
unos celos enormes que tenía su marido por ser ella modelo y aparecer por los
medios en “paños menores”. Cuando se dio cuenta que su difunto marido le tenía
a ella también mucha envidia por tener ella mucho mejor sueldo.
Todo le procuró un gran revuelo que se tornó en recelo,
cuando ella empezó a sentir todo con gran recelo de lo que la rodeaba, como una
amenaza invisible y con recelo.
(ROSALÍA)
Todo un augurio de malos pensamientos, por más que intentara
distraer mi atención, no podía, los hechos eran muy recientes, lloraba lágrimas
de sangre, con sed de una ira desmesurada. Y tenía motivos más que suficientes,
pero el panorama respiraba un aire y una brisa que no me daba ningún confort.
No podía afrontar este drama.
(MIGUEL ÁNGEL)
Desde entonces, podría decirse que la desconsideración forma
parte de su carne. Y es más, puede que tuviese un as guardado en la manga.
(MIRIAM)
Después, unimos todas esas partes y construimos el relato entre todos/as. A partir de ese relato grupal, cada uno/a teníamos que hacer nuestra propia versión, más extendida y con una trama más cerrada y coherente.
Unos tiraron más por la parte más morbosa (nuevo cliché que todos/as tenemos por el despliegue mediático que se le dio: el asesinato a sablazos con una catana), otros le dieron una vuelta de tuerca y contaron una nueva historia, optando por lo sentimental; y hasta hubo una versión literalmente 'dulce' de la historia (Miriam dio la vuelta a la tortilla magistralmente y dejó pendiente de realizar la propuesta de que lo hiciéramos también los/as demás).
Algunos/as usaron frases literales del primer relato, y otros/as prescindieron de ellas o las reorganizaron a su manera.
Ahí van las historias que cada uno/a construyó:
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"LAS NOCHES DE MARÍA"
Andrés Pablo Medina.
María se despertó sudada y nerviosa. Se asomó al balcón y, después, tras bostezar, se dirigió a tumbos al lavabo de la habitación.
El hotel parecía confortable. Sin embargo, la mayoría de las instalaciones estaban estropeadas. Recordaba el incidente de la noche anterior con pavor y desconcierto.
Aquella fiesta que no podía olvidar del pasado miércoles de carnaval se extendía sorprendentemente. Se perduraba toda la semana sin cesar haciendo el amor con aquel vampiro cuyo disfraz comenzaba a aparentar ser un bulo.
Hoy era lunes. Ella no lo sabía. Había perdido la noción del paso del tiempo. E incluso creía soñar lo mismo que le sucedía.
En la fiesta del miércoles de carnaval había conocido a un vampiro y se había enamorado de él. Así había despertado durante algunos meses, incluso algunos años. Para ella sin embargo, apenas eran unos días. Siempre a las postrimerías del carnaval, cautiva por un vampiro. Su sueño recurrente en las últimas semanas había adquirido tintes por día cada vez más reales.
Aquel día de carnaval, tal fue su incertidumbre al levantarse, que necesitó realizar varias comprobaciones ante el espejo para asegurarse de lo irreal de aquello que, sin embargo, ella había sentido con tanta veracidad.
No había señal alguna de maquillaje ni de enmascaramiento, ni de succión sanguínea alguna. Todo era una quimera, como así es la naturaleza de los vampiros.
El día a día de María seguía con aparente normalidad, con la supuesta rutina aparente, pero indicaba un oculto presagio catastrófico, en tanto que se sabía víctima de un vampiro por la ansiosa apetencia de sangre que padecía.
La única fijación que le había mantenido ocupada durante estos años de carnaval seguía latente en su cabeza. Aun embrionaria, la idea de una conspiración estaba casi del todo completamente planificada, era una consecuencia manifiesta como represalia a la iniquidad de los motivos subyacentes.
Los sucesos que se habían mostrado bloqueaban sus pensamientos, sus sentimientos y sus emociones. Aquello no podía quedarse así. De ninguna de las maneras. Su mente maquinaba ahora cosas horribles, cosas que nunca antes ni por asomo se habían pasado por su cabeza. Su corazón estaba ya contaminado por el odio.
Ahora siempre creyó que su marido padecía hemofagia. Estaba completamente noqueada. No podía contenerse más ante aquella desvergüenza. Se había traicionado su más estricta dignidad. No estaba dispuesta a soportar que después de tantos y tantos años de intenso esfuerzo y esmerada dedicación matrimonial, se le considerase como una miserable pordiosera insensible. Se llevó las manos a la cabeza, y se dijo: "No admitiré que pongan en entredicho mi reputación".
Se dirigió al recibidor. Él estaba allí. En batín de seda estampada. Se acercó y le abrazó. Él escuchaba música y leía un libro sin importancia. Apartó la vista y le sonrió. Puso una mano sobre su hombro, y le despidió. Luego, tomando la catana que colgaba de la pared, cosió a sablazos a su esposo e, imprevisiblemente, víctima del acoso, cometió su asesinato.
Entonces, después de la acometida, al contemplar el cadáver, atormentada, se dio cuenta de que en realidad eran los celos que su marido padecía los que le habían llevado a la muerte.
En su juventud, ella había estudiado en una escuela de modelos profesionales publicitarias, y su padre era un director de banca bastante bien remunerado. Sin embargo, él no disfrutaba más que de las tripas y sobras de la carnicería de su difunto suegro. Aquí, probablemente, se forjó la idea de hacerse adicto a la sangre en toda forma culinaria. Como fuga a sus imposibilidades.
Ella recuerda cómo su madre le hacía saber del gusto y la predilección que de niño sentía por la sabrosa sangre encebollada. Ahora no era más que un vampiro cornudo hecho fiambre cosido a hoja de plata.
Sus recelos se tornaron en un gran revuelo de implosiones. Cuando ella empezó a sentir todo lo que la rodeaba como una amenaza invisible que desembocaba en una inasible aprehensión de irracional suspicacia, comprendió que no faltaba más que lamer la sangre que se esparcía por el piso. Al fin y al cabo, había convivido durante decenas de carnavales con un vampiro real, que ni siquiera se disfrazaba ya para disimularlo.
Se dignó a esto, no sin un cierto desasosiego.
Todo un augurio de malos pensamientos, por más que intentara distraer su atención con su ingesta, no podían cesar en su cerebro, así los hechos eran muy recientes, e incluso lloraba auténticas lágrimas de sangre, en su sed de desmesurada incontinencia.
Y tenía motivos más que suficientes, pues haber sido traicionada en el matrimonio para la inducción al adulterio como una vampira asesina, que descuartiza a sus víctimas para sustraerles su imprescindible alimento, era objeto al menos de esgrimir su enfatizada ira.
Pero el panorama presencial era una escena dantesca, que ella asociaba al carnaval como si se tratase de una representación de su recurrente sueño. Es así que respiraba un aire y una brisa fresca que no le daba ningún confort.
No podía afrontar este drama. ante el espejo realizaba muecas y gestos. Vació el tubo de pasta de dientes sobre su reflejo. "Su marido era un cornudo cabrón que había sucumbido por un puto vampiro de carnaval".
Desde entonces, podría decirse que la desconsideración forma parte de su carne. Y es más, puede que tuviese un as guardado en la manga, puede que ahora creyese más en los vampiros que en los "príncipes azules". Aunque habrá que esperar al próximo carnaval.
-Hola querida. He conseguido plaza en un hotel. ¡Este año iremos a vivir el carnaval de Cádiz! ¡Te gustará!
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(Sin título)
LUIS.
Era temprano y María no podía dormir. Tenía la obsesión de que su marido le traicionaba.
Había algo en su interior que no le dejaba vivir tranquila.
Decidió acabar con la vida de su marido, pero antes quería tener un último abrazo.
Lo necesitaba más que otra cosa.
Lo tuvo. Pero cogió la catana y lo mató. Todo porque él ganaba más sueldo que ella.
Tenía una excusa para que no le incriminaran. No sabía si le iba a dar resultado.
El amor hace esa tremenda contradicción.
No era amor, era amistad lo que sentía ya por ese hombre.
Después resultó que así no se quedaba tranquila y por eso no podía dormir.
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(Sin título)
ROSALÍA.
Me desperté sudada y nerviosa.
Tal fue mi incertidumbre que no podía apenas mantenerme en pie aquella mañana de mayo.
Mi día a día, con mi despido del trabajo, había cambiado radicalmente.
Me sentía muy frustrada porque después de años estaba yo desempleada. Lo que me hicieron con mi despido me tenía ansiosa y confusa.
Hasta tal extremo que fui al salón con la catana, malherí a mi pareja y lo maté a sablazos.
Todo me provocó un tormento de recelo... Pero, por otra parte, me liberé del opresor de mi pareja.
Me venían muchos pensamientos tormentosos por lo que hice.
Desde entonces, podría decirse que la desconsideración formaba parte de mi carne.
________________________________________________________________
(Sin título)
RAÚL.
Cogió su jersey verde (el de él) y se marchó.
Ella se reía pensando en cómo se lo tomaría él, su marido.
Era el jersey más preciado por él, y ella lo codiciaba.
¿Lo odiaba? ¿tenía celos de él? ¿Quería vengarse? ¿o. simplemente, le apetecía gastarle una broma pesada?
He llegado a la conclusión de que ella sentía una mezcla de todo lo nombrado.
Tenía una gran atracción hacia el verde, María (así se llamaba ella).
Por eso le atraía su marido.
El verde era la clave. Sí, ese verde le volvía loca.
Creo que esa fue la razón por la que un día se dispuso a vestirse con ese jersey, y así sorprender a su marido.
Cuando éste la vio no pudo contenerse, sentía una pasión irrefrenable...
Y después de averiguarlo, pudo decir que él se dirigió al armario (el ropero, como le gustaba decir a ella), para coger el mejor vestido de su mujer -de terciopelo negro, sin mangas-.
Por supuesto, se lo puso...
"Adiós, querida", fueron sus últimas palabras.
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(Sin título)
IGNACIO.
María se despertó nerviosa y agitada. Su sueño se iba tornando en realidad.
Su día a día transcurría con normalidad planificada, pero no pudo evitar que la idea de la traición se fijara en su mente, y su corazón estaba lleno de odio. No pudo contenerse ante la difamación que la rodeaba.
Ella no quiso admitir que tantos años de esfuerzo y dedicación acabaran en un entredicho de su reputación.
Se acerca al marido, lo abraza. Luego, cogiendo la catana de la pared, lo cosió a puñaladas y, víctima de su acoso, cometió el asesinato.
Al reflexionar, se dio cuenta de que eran los celos que su marido sentía por ella. Lo que todo lo provocó por aparecer en los medios en paños menores y cobrar mejor sueldo.
Lloró lágrimas de sangre con una ira desmesurada.
Y ella pensó que eso no sería todo.
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"La venganza de María"
JAVI.
LUIS.
Era temprano y María no podía dormir. Tenía la obsesión de que su marido le traicionaba.
Había algo en su interior que no le dejaba vivir tranquila.
Decidió acabar con la vida de su marido, pero antes quería tener un último abrazo.
Lo necesitaba más que otra cosa.
Lo tuvo. Pero cogió la catana y lo mató. Todo porque él ganaba más sueldo que ella.
Tenía una excusa para que no le incriminaran. No sabía si le iba a dar resultado.
El amor hace esa tremenda contradicción.
No era amor, era amistad lo que sentía ya por ese hombre.
Después resultó que así no se quedaba tranquila y por eso no podía dormir.
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(Sin título)
ROSALÍA.
Me desperté sudada y nerviosa.
Tal fue mi incertidumbre que no podía apenas mantenerme en pie aquella mañana de mayo.
Mi día a día, con mi despido del trabajo, había cambiado radicalmente.
Me sentía muy frustrada porque después de años estaba yo desempleada. Lo que me hicieron con mi despido me tenía ansiosa y confusa.
Hasta tal extremo que fui al salón con la catana, malherí a mi pareja y lo maté a sablazos.
Todo me provocó un tormento de recelo... Pero, por otra parte, me liberé del opresor de mi pareja.
Me venían muchos pensamientos tormentosos por lo que hice.
Desde entonces, podría decirse que la desconsideración formaba parte de mi carne.
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(Sin título)
RAÚL.
Cogió su jersey verde (el de él) y se marchó.
Ella se reía pensando en cómo se lo tomaría él, su marido.
Era el jersey más preciado por él, y ella lo codiciaba.
¿Lo odiaba? ¿tenía celos de él? ¿Quería vengarse? ¿o. simplemente, le apetecía gastarle una broma pesada?
He llegado a la conclusión de que ella sentía una mezcla de todo lo nombrado.
Tenía una gran atracción hacia el verde, María (así se llamaba ella).
Por eso le atraía su marido.
El verde era la clave. Sí, ese verde le volvía loca.
Creo que esa fue la razón por la que un día se dispuso a vestirse con ese jersey, y así sorprender a su marido.
Cuando éste la vio no pudo contenerse, sentía una pasión irrefrenable...
Y después de averiguarlo, pudo decir que él se dirigió al armario (el ropero, como le gustaba decir a ella), para coger el mejor vestido de su mujer -de terciopelo negro, sin mangas-.
Por supuesto, se lo puso...
"Adiós, querida", fueron sus últimas palabras.
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(Sin título)
IGNACIO.
María se despertó nerviosa y agitada. Su sueño se iba tornando en realidad.
Su día a día transcurría con normalidad planificada, pero no pudo evitar que la idea de la traición se fijara en su mente, y su corazón estaba lleno de odio. No pudo contenerse ante la difamación que la rodeaba.
Ella no quiso admitir que tantos años de esfuerzo y dedicación acabaran en un entredicho de su reputación.
Se acerca al marido, lo abraza. Luego, cogiendo la catana de la pared, lo cosió a puñaladas y, víctima de su acoso, cometió el asesinato.
Al reflexionar, se dio cuenta de que eran los celos que su marido sentía por ella. Lo que todo lo provocó por aparecer en los medios en paños menores y cobrar mejor sueldo.
Lloró lágrimas de sangre con una ira desmesurada.
Y ella pensó que eso no sería todo.
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"La venganza de María"
JAVI.
María se despertó sudada y nerviosa.
El sueño recurrente de las últimas
semanas adquiría tientes cada vez más reales.
Tal fue su incertidumbre al levantarse
de la cama, que necesitó realizar varias comprobaciones antes de salir de la
habitación para convencerse de lo irreal de aquello que acababa de sentir con
tanta veracidad.
El día a día de María había amanecido
con aparente normalidad. Solo le inquietó el hecho de que la persiana estuviera
bajada del todo porque siempre la dejaba medio subida. Hasta para dormir. La
oscuridad total le aterraba desde pequeña.
La única fijación que le había
mantenido ocupada seguía latente en su cabeza. Atolondrada y aun embrionaria,
la idea de traición no distaba ya mucho de ser un plan cerrado.
O eso era lo que ella creía,
imprevisiblemente, en ese momento, víctima de su propio acoso mental.
Los haces de luz que fueron entrando
por las rendijas de la persiana al subirla la cegaron durante unos segundos y
se sintió mareada. A punto estuvo de caer al suelo de no ser porque consiguió
agarrarse como pudo, torpemente, al quicio de la ventana.
Fue ahí donde las vio. Se topó –literalmente
de narices– con sus zapatillas, las que calzó la madrugada anterior. Desabrochadas
y manchadas de fango. Junto a ellas, su bote de pastillas abierto y vacío.
Completamente vacío. No quedaba ni un solo comprimido de aquella maldita droga
a la que, irremediablemente, se había enganchado, sumando una más a la larga
lista de sus adicciones.
Lo raro era que no recordaba
haberse tomado todas. Miró la hora y echó mano del calendario. Era imposible
que se hubiera despertado tan pronto y en el mismo día si hubiera ingerido el
bote casi entero que le quedaba. Aunque el fuerte dolor de cabeza que sentía y
la desorientación sí que podrían encajar en esa hipótesis. Claro que también
podía deberse a la lógica resaca, fruto de sus continuos excesos. O tal vez había
desarrollado la tan temida inmunidad al psicofármaco de Morfeo.
Lo que había sucedido bloqueaba
sus pensamientos, sentimientos y emociones. Aquello no podía quedar así de
ninguna manera. Su mente maquinaba cosas horribles, cosas que nunca antes se
habían pasado por su cabeza. Su corazón ya estaba contaminado por el odio.
Estaba completamente obcecada. No
podía contenerse ante aquella rastrera artimaña de quien hasta entonces había
considerado algo más que una compañera de piso, una amiga, la confidente de sus
miedos y vulnerabilidades. Secretos que ahora habían sido usados en su contra.
Deshumanizada condición humana
cada vez más movida por intereses de poder –pensaba, para justificarse, María–,
sin resquicio alguno de compañerismo o lealtad.
No estaba dispuesta a soportar
que después de tantos años de esfuerzo y dedicación se la considerara, de
repente, una vulgar segundona. Se llevó las manos a la cabeza y se dijo: “No
admitiré que me quiten el protagonismo por el que llevo tanto años trabajando”.
De pronto recordó nuevos datos de
su sueño y, de nuevo, tuvo la terrorífica sensación de que había sido más real
de lo que creía.
Los hechos eran muy recientes
pero suficientes para que las lágrimas de sangre derramadas hubieran tornado en
ira, en una sed de venganza que solo se saldaría con la sangre (aunque no fuera
en lágrimas) de la traidora, parte de la cual ahora lucía como vestigio impregnada
en sus zapatillas, mezclada con el fango del descampado en el que la había
enterrado.
Vestigio de algo real, no soñado.
No, al menos, esa noche.
Estaba segura de que allí nadie
la encontraría. Y tampoco nadie iba a echar de menos a una búlgara sin papeles
ni familia ni amigos pero, por si acaso, mejor cubrirse las espaldas. Pensó que
era conveniente eliminar posibles pruebas que pudieran delatarla. Las
zapatillas, lo primero, irían directas a la hoguera.
Echó un rápido vistazo a la
habitación. El panorama era verdaderamente desastroso: la ropa se arremolinaba
por el suelo, había colillas de porros por todas partes, preservativos usados y
sin usar, un predictor del que
prefería no saber el color, botellas de todas clases de alcohol medio
derramadas y manchas pegajosas salpicadas desde el suelo a la pared.
Intentando sin éxito esquivar
tanto obstáculo, María asomó la cabeza por el pasillo y, perpleja, vio que la
puerta de entrada al piso estaba abierta de par en par. Se dirigió a ella
inmediatamente para cerrarla de un portazo y ya, sintiéndose más a salvo, echó
un ojo por la mirilla. No había nadie al otro lado, ni indicios de que lo
hubiera habido en los últimos minutos.
Las dos únicas personas que, en
teoría, podían haber abierto aquella puerta eran su madre o su compañera de
piso, Eugiène, la búlgara. Solo ellas dos tenían copias de las llaves y les
había hecho prometer que no le darían ningún otro juego a nadie más. No era un
barrio seguro y cualquier medida de prevención era poca. Además tenía que
asegurarse de que el importante desembolso que había hecho para pagar una de
las puertas blindadas más seguras –y caras– del mercado era realmente una
inversión.
Luego fue al baño.
María se miró en el espejo.
En sus ojos desencajados e
irreconocibles se leía perfectamente la culpabilidad del crimen cometido, de la
venganza que pasaba de soñada y planificada a cumplida. Barbarie que ahora le
parecía demencial. ¿Cómo había sido capaz?
Le parecía insignificante el
motivo por el que lo había hecho. Un cásting
que seguro que era una nueva encerrona, como siempre. Una falsa promesa de
actuar en una película de verdad, no amateur
cutre de web chunga para internautas pajilleros sin un duro, porno del
bueno, avalado por una productora en condiciones. Pornografía de la que de
verdad da dinero, que merece la pena, meta por la que hay que luchar hasta el
último momento para conseguir el papel protagonista y dejar de ser grabada
prostituyéndose por una miseria.
Un rodaje que poco tenía que
envidiar a una superproducción de Hollywood, con un atrezo que pretendía
ambientar la historia (había hasta un guión con trama completa) en el mundo de
los samuráis. De otra manera, María jamás habría conseguido un arma homicida
tan letal como exótica.
La desconsideración había dejado
de formar parte de su carne. Fue al salón, cogió el teléfono y sin titubear
tecleó:
-Me llamo María Pérez Gaite.
Anoche cosí a sablazos a mi compañera de piso con una catana.
Dio todos sus datos y se sentó a
esperar tranquilamente mientras se fumaba un porro. Todavía le quedaba un as
guardado en la manga para cuando llegaran a arrestarla.
__________________________________________________________
(Sin título)
MIRIAM.
Spelnik, María.
27 años. Rumanía.
El cuerpo de la víctima fue hallado sobre algodón de azúcar en la bañera del Hotel Victory Street, de la calle Victory Street.
Creemos que fue envenenada con regalices, piruletas y bolitas de anís. La señorita Spelnik debió sufrir una dulce muerte.
Presentaba niveles por encima de lo normal en sangre, tenía diabetes tipo II.
El forense ha dicho que el cuerpo fue trasladado cuando María aún vivía.
-Es la muerte menos impactante que nunca he visto y, a la vez, la más inusual -dijo Thomas.
-Lo es. quien lo hizo sabía lo que hacía porque María era modelo, tenía un desfile esta tarde en la Galería Munch y presentaba una gran obsesión con la gente gorda.
-Entonces ya sabemos quién cometió el crimen -y, señalando Thomas una bolsa de pruebas, relucía la foto de una amiga de María, con grandes mofletes rosados.
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